sábado, 15 de mayo de 2010

- Abrázame, muy fuerte. Por favor.


Derrama con cada lágrima ese miedo que durante las últimas semanas la había perseguido, sin alcanzarla, hasta este momento. Él se acerca y, mientras la abraza, la acaricia con dulzura el pelo. No sabe como habían podido llegar a ese punto cuando hace unos meses no eran más que unos desconocidos. Huele por última vez su aroma, intenta empaparse de él, retenerlo en la memoria con todos sus matices. Cada sonrisa, cada mirada cómplice, cada beso fugaz se vuele un puñal que acrecienta la herida. Pero ella no puede deternerle... no puede pedirle que se quede aquí. Se siente estúpida por haber creído que este momento no llegaría, que nunca tendría que afrontar esta situación. Se arrepiente del tiempo perdido. Y se da cuenta que solo quedan resquicios en el cielo que hablan insignificantemente de ellos.


De sus deseos.

De sus palabras.

De sus mensajes.

De sus silencios.

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